domingo, 18 de abril de 2010

PIPO QUE RICO

Yo tenía sólo 17 años recién cumplidos y quise tirar mi primera cana al aire, antes de que aparecieran las canas de verdad. Era el año 1982.
Recién estaba conociendo lo mejor de la vida, era estudiante de técnico medio, recibía un estipendio mensual de 15 pesos más 10 pesos que me daba mi papá y, según la ley cubana, ya era considerado mayor de edad.
Un día decidí que pasaría la noche en un hotel ¡Mi primera noche fuera de casa! Una noche que planifiqué placentera y pecaminosa.
Todo estaba pensado al detalle, incluyendo el no avisar a mis padres, para darle mas sabor de prohibido al asunto.
En aquel año con 15 pesos, cualquiera se podía hospedar en un hotel más o menos bueno, como lo era entonces el “Sevilla”, hoy reservado para sumas mayores de moneda más dura. Al hotel Sevilla llegué con mi también joven pareja estudiantil.
Situado a un costado del Paseo del Prado, en la siempre hermosa Habana Vieja, el hotel Sevilla tiene el típico patio andaluz, un espacio interior alrededor del cual crece el edificio de varios pisos.
En cada planta hay un pasillo con baranda por un lado que da la vuelta al foso y las habitaciones rodean ese pasillo con vista al patio-jardín de la planta baja. La temperatura siempre fresca reina en ese tipo de construcciones.
Me tocó una habitación en el piso 5 (¡el quinto cielo!) y ya era tarde en la noche cuando comencé a… trabajar.
Bien avanzada la madrugada yo seguía (y entonces no había viagra ni falta que hacía) en pleno intercambio de fluidos corporales cuando se escuchó, así de sopetón, una voz que inundó todo el inmenso foso que domina el patio interior del hotel. La voz salía de algún piso más abajo. Era una voz femenina que chillaba con gritos que, a esa hora, parecían de terror:

-¡Ay Pipo!... ¡Ay Pipo!...... ¡Que rico Pipo…! ……¡Pipo!...... ¡Que cosa más rica Pipo!.....

Al principio, me sorprendió. Pensé que, con esos gritos, algo malo estaba ocurriendo en algún lugar del hotel. Luego, mi compañera comenzó a reírse por lo bajo y comprendí lo que pasaba.
La voz no dejaba de gritar, cada vez con mayor impulso:

-¡Piiipooo!........ ¡Que riiiicooo!...... ¡Ay….Piiipooo!.....

La gritería duraba y aumentaba. En nuestra habitación ya estábamos sentados en la cama muertos de risa oyendo aquello.

-¡Piiipooo!....¡Que cosa es estooo…Piiipooo!....¡Piiipooo … que riiiicooo…! ¡Ay…Piiipooo…!
Las fachadas interiores del hotel amplificaban el escándalo de aquella mujer, por demás poco imaginativa. Así no había quién se concentrara en nada. Los gritos seguían:

-¡¡Piiipooo!!..... ¡Que cosa mas riiicaaaa…….!! Ay Piiipooo!!... que riiiicooo…..!!

Cerca de las cuatro de la mañana, otra voz, esta vez de hombre indudablemente malhumorado, gritó a todo pulmón:

-¡PIIIPOOOO! ¡COOOJOOONEEEEEEE!!! ¡DEJALA TRANQUILA QUE QUIERO DOOORRMIIIIIRRRRR…!!!!!

Lo mejor es que en ese momento desde TODAS las habitaciones del hotel se sintió una carcajada colectiva seguida por un estruendoso aplauso.
Yo también aplaudí.


NOTA: Esta historia es verídica y pertenece al libro inédito “LOS HUEVOS POR AGUA” del mismo autor de este blog.

3 comentarios:

  1. Ay Pipo, ¡Que bueno!

    Jaja, sigue escribiendo, Marquitos.

    Lo haces genial.

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  2. Marcos sigue asi que cada dia lo haces mejor, escribir claro esta, le zumba que la senoriat le haya aguado al noche a los demas huespedes cuando ya todos sabian que ella lo estaba pasando rico con Pipo!!!
    Felicidades compatriota!!!

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  3. Gracias por disfrutarlo. Y por dejar comentario

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