sábado, 10 de abril de 2010

JESUS TE AMA

En 1998 y durante más de tres años viví en un apartamento en el municipio Playa, en un segundo piso. Cuidaba la casa de un amigo que siempre estaba de viaje y de paso me ofrecía la posibilidad de estar independiente. En aquel año, además de mis apariciones en la televisión, empezaba yo a trabajar como presentador y maestro de ceremonias en El Gato Tuerto cinco noches a la semana, y mi trabajo terminaba a las 6 de la mañana.
Como es lógico, al llegar al apartamento, intentaba dormir toda la mañana para recuperar fuerzas, pero…
La señora de los bajos, que pertenecía a alguna secta religiosa, utilizaba las mañanas de domingo para reuniones de culto.
En casa de la señora se reunían muy temprano, casi al amanecer, otras viejitas adictas a la misma religión y luego de un pequeño ritual, salían por el vecindario a evangelizar.
Una de las puertas favoritas que tocaban todas las mañanas de domingo bien temprano, era la del apartamento donde yo trataba de dormir. Anoto que además, yo vivía solo y debía entonces levantarme y atender a las evangelizadoras.
Al principio traté de ser amable. Luego, otro domingo, les agradecí por el esfuerzo y les expliqué que la mañana del domingo era importante para mi descanso, otro domingo más y les pedí que no molestaran más y me dejaran dormir, pero nada. Cada domingo era visitado por furibundas viejitas religiosas que me conminaban a la conversión anunciando el amor de Jesús. Siempre eran viejitas diferentes y, evidentemente, comunicaban al resto de sus hermanos de secta lo que había ocurrido ese día con el apartamento del “artista famoso” vecino de los altos. Ya aquello tomaba visos de convertirse en una carrera de resistencia. Intenté entonces la variante de no levantarme a abrir la puerta, pero de todos modos las evangelizadoras insistían hasta el aburrimiento y un poco más con su sonriente saludo proselitista: "- HOLA, VENIMOS A DECIRTE QUE JESUS TE AMA". Nunca antes esa frase me habia hecho tan poco feliz.
Hasta un día en que tuve una idea y decidí ponerla en práctica en la ocsasión siguiente.
Ese domingo, casi al amanecer, llegué a casa muy cansado, pero me tomé un café largo para aguantar un rato más sin dormir. Me duché, me puse un short, me envolví en una sábana y me senté en la sala del apartamento a esperar. El silencio era roto sólo por los cantos que asordinados a medias por las paredes, llegaban cargados de alabanzas al Señor desde la casa de los bajos. Cuando faltaban 7 minutos para las 8 de la mañana, cesaron los cantos y me dispuse a llevar a cabo mi plan.
Apagué las luces.
A las 8 en punto de la mañana, llamaron a la puerta.
-¡Vaaaa!- dije desde el sofá, pero no me levanté aun. Quería dar la impresión de que estaba durmiendo. Llamaron de nuevo.
-¡Vaaaa!- riposté nuevamente y en esta ocasión me quité el short, y así, desnudo, me dirigí a la puerta con la sábana sobre los hombros, dejando entrever lo poco que mis antepasados españoles me dejaron en herencia.
Abrí la puerta a medias. Fuera esperaban dos señoras que ni mandadas a hacer. De cara adusta, vestidas de color serio, Biblia en mano y sonrisa impostada:

-Dígame…-
-Buenos días, hermano.
-Buenos días…
-Venimos a decirte que Jesús Te Ama…

Puse cara de terror y les respondí a través de la reja:

-¡Ay, mi madre! Mire, muchas gracias, ¡Pero hable bajito, porque MI MARIDO es muy celoso y si la oye, me mata a mí, la mata a usted y averigua dónde vive el Jesús ese y lo mata también!

Mientras una de las señoras volvía del desmayo, la otra se persignaba.
Sin darles tiempo a otra cosa, cerré la puerta y me acosté confiado.
Nunca más.


NOTA: Esta historia es verídica y pertenece al libro inédito “LOS HUEVOS POR AGUA” del mismo autor de este blog

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