martes, 6 de abril de 2010

EL REPENTISTA

En los primeros años de la década de 1970, en una competencia de campesinos poetas improvisadores (esa modalidad se conoce como REPENTISMO) estaba presente, entre otros poetas repentistas, uno que era famoso por su irreverencia. Lo conocían como Pancho Mandarria. Este poeta campesino era muy bueno improvisando décimas, lo que se dice un maestro, pero cuentan que cuando se daba tres tragos, no respetaba nada ni nadie, así se tratara de personas realmente dignas de homenaje.
La cosa es que Pancho Mandarria, que estaba cada vez más divertido, llevaba rato bajando tragos e improvisando décimas sobre su deporte favorito, el béisbol y sus mejores jugadores, cuando llega el momento del pie forzado.
El pie forzado es una forma de repentismo en la que el jurado da al poeta una frase octosílaba y el improvisador debe cantar una décima que termine de manera feliz con esa frase como último verso.
El repentista fanático al béisbol se para frente al jurado y pide que le den un pie forzado. Al momento, le ofrecen uno que hacía referencia indudable al recientemente fallecido Comandante Camilo Cienfuegos, recordado por sus hazañas de guerra.
A Camilo se le conocía también como “El héroe de Yaguajay”. Con ese nombre había pasado a la historia y con ese nombre desapareció en el mar. Precisamente, ese sobrenombre era el pie forzado que le dieron al improvisador: El héroe de Yaguajay.
Pero el repentista en cuestión, ya con la materia cerebral nadando en no muy buen alcohol, oyó hablar de mar, de inmortalidad, de hazañas y esas cosas y por no se sabe qué extraña asociación, le cantó al héroe como si fuera un pelotero de la provincia Las Villas. Con mucha decisión, cantó ante el asombro de los presentes:

El barco rompió la ola,
el mar se sintió cobarde,
y eran las tres de la tarde
cuando mataron a Lola.
El pitcher lanzó la bola.
El ampaya cantó estrai,
Una vieja dijo: ¡Ay!
¡Qué pelotazo me han dado!
Y así se ha inmortalizado
¡El héroe de Yaguajay!

Es de sospechar que Pancho Mandarria desapareció igual que Camilo Cienfuegos, sin dejar rastro.


Me lo contó
Manuel Argudín, trovador y genio.


NOTA: Esta historia pertenece al libro inédito “LOS HUEVOS POR AGUA” del autor de este blog

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